Sábados de Noviembre, 21 hs, en el Viejo Almacén el Obrero, 13 Nro. 1900, esq. 71.
Reservas al 4519497 de lunes a viernes, de 15 a 18 hs.
martes, 30 de octubre de 2012
lunes, 8 de octubre de 2012
domingo, 7 de octubre de 2012
Reseña de Gustavo Radice
“Intersticios”:
Los espacios vacíos de la creación artística o los hipervínculos hacia lo
sublime.
El
pensamiento de la modernidad ha marcado a la producción artística de manera tan
clara que cuando pensamos en el arte muchas veces tenemos la sensación de saber
a qué nos enfrentamos cuando percibimos una obra artística, y también creemos
saber dónde están los límites de la representación. Durante mucho tiempo el
arte se ha regido por el valor de la razón ilustrada y por ende por la lógica de
la estructura narrativa lineal, dando por resultado obras que están en estrecho
vínculo con la idea mimesis y con un fuerte anclaje referencial; es esta idea
de representación la que otorga al espectador la seguridad de saber que está
percibiendo cuando observa una obra de arte. “Intersticios” es una obra teatral
que nos propone pensar la creación artística en la contemporaneidad, en donde la
falta de linealidad, la fragmentación de la estructura narrativa, la
imposibilidad de elegir el camino a seguir, la dificultad en selección de
material, el looping, el sampling y lo simultáneo, se conjugan en un collage
posmoderno para hablarnos de la idea de lo sublime en la creación artística en
la contemporaneidad. Bajo un ritmo desenfrenado y constante los actores se
desempeñan con una destreza técnica física y vocal que nos trasporta a un
frenesí artístico de alta complejidad estética, nos empujan a los caminos
oscuros de la creación artística con humor, ironía y desconcierto. La puesta en
escena nos muestra las diversas posibilidades que tiene el cuerpo para
desplazarse y para producir significados a partir de la gestualidad. Es el
cuerpo el soporte artístico y el factor de comunicación que nos muestra las
múltiples posibilidades estéticas que tiene: acercarse, alejarse, esconderse,
contorsionarse, invadir, entrelazarse; es el cuerpo el que termina por llenar
aquellos intersticios que la palabra no puede cubrir. Asistimos a una forma de
entender el teatro que está más allá de lo referencial, asistimos a una lección
sobre la historia y la teoría del teatro, y es en la cita a los grandes
teóricos del teatro donde está el sustento de “Intersticio”; es también en las
referencias al cine negro americano donde se halla otro de los mecanismos
poéticos de la contemporaneidad: la cita y la apropiación. “intersticios” es un
intento por llenar los espacios de denegación que existen en el teatro. La fragmentación
discursiva que propone la obra nos acerca más a la sensación de hipervínculo
que a la linealidad narrativa tradicional. La noción de hipervínculo, presente
en “Intersticios”, nos traslada a un concepto de teatro donde un fragmento
lleva a otro, donde la palabra enlaza los diversos fragmentos y donde los
personajes buscan vincularse o comunicarse entre ellos generando un rizoma
teatral de profunda complejidad significativa. ¿Qué subyace bajo el entramado
de “intersticios”? ¿Hacia dónde nos lleva Carolina Duonantuoni durante el
transcurso de la obra? Podríamos suponer en una primera instancia que nos aleja
del mundo racional y nos empuja hacia una experiencia inconmensurable sobre el tiempo
y el espacio: el tiempo fragmentado y el no lugar en la creación artística; o también
podríamos especular que nos enfrenta al miedo y asombro de lo no lineal que
limita con la no razón y nos lleva hacia lo abismal de lo no referencial. En
“intersticios” existe un algo extraño
que nos atrae y nos produce rechazo al mismo tiempo; no podemos dejar de
presenciar lo que sucede, nos preguntamos constantemente hacia dónde vamos y
qué va a suceder, y es esa maquinaria discursiva y poética la que es portadora
de lo sublime. Carolina Duonantuoni nos tensiona empujándonos hacia los intersticios
del horror posmoderno, construyendo un discurso teatral de exquisita factura
poética, permitiéndonos vivir la experiencia estética de lo sublime en la
creación artística en la posmodernidad.
Gustavo
Radice
Licenciado y
Profesor en Artes Plásticas orientación Escenografía. Prof. Titular. Taller
Básico Escenografía I-II. JTP Historia de las Artes Visuales II. Facultad de
Bellas Artes. Universidad Nacional de La Plata. Miembro integrante y director
de diversos proyectos de investigación sobre teoría teatral e historia del
teatro en el marco del Programa de Incentivos a Docentes Investigadores de la
Secretaría de Políticas Universitarias perteneciente a la Secretaría de
Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva de la Nación del Ministerio de
Educación de la Nación. Doctorando del Doctorado en Arte (línea de formación en
arte latinoamericano contemporáneo de la Facultad de Bellas Artes – UNLP)
Coordinador del Grupo de Estudios de Artes Escénicas del IHAAA. Miembro del
Instituto de Historia del Arte Argentino y Americano de la Facultad de Bellas
Artes de la Universidad Nacional de La Plata. Miembro integrante del AINCRIT
(Asociación Argentina de Investigación y Crítica Teatral) Participación en
diversos congresos - encuentros – jornadas nacionales e internacionales sobre
Historia del Arte y del Teatro. En el ámbito de la producción artística ha
participado en muestras colectivas e individuales de artes visuales, perfomance
e instalaciones, y ha desarrollado su producción teatral como director y
dramaturgo.
Crítica de Santiago A.
Tomando ventaja del cambio de nombre de esta sección, de Centros Culturales a Espacios Culturales,
aprovechándome de las bondades del colectivo letercermondiano y
haciendo eje en el vericueto donde se escapan los sentidos y se fugan
hacia otro lado, pienso, sólo por hoy, no hablar de ningún centro
cultural, sino de una obra de teatro, que, la verdad, me gustó mucho. No
lxs pienso engañar, esto no es una descripción del Centro Cultural El
Núcleo, es una simple crítica teatral.
Después de una jornada de estudio bastante Light, me fui para el teatro. Me sorprendió ver tanta gente esperando para entrar y pensé “lo que es tener un millón de amigos”. Si usted, lector/a, en este momento piensa que mi lengua es gratuitamente venenosa, tengo a mi favor haber estado influenciado por una nota publicada en Diagonales.com con la que me voy a dar el gusto de discernir.
Mi desconfianza hacia el proyecto se debía, en primera instancia, al nombre de la obra, Intersticios. Recontra copado, canchero, pero cómo dar cuenta de todo el paradigma de significación que puede disparar tamaño significante. La pregunta, incontestable para mí antes de experimentar la puesta del grupo Didascalia, ahora tiene respuesta: huyendo.
A través de la repetición de un texto, que siempre vuelve, generando así la sensación que nunca avanza, la obra hace una primera grieta en la lógica del tiempo teatral. El instante irrepetible en el que un actor o una actriz interpreta un texto en un espacio y momento dado, dinámica característica del género, se multiplica. Las escenas regresan, pero siempre distintas. Estos nuevos sentidos se construyen desde ese vericueto que cambia y transforma lo que ya habíamos escuchado. El intersticio en el que emerge lo nuevo es el punto de fuga, de huida constante. Esta huida es el modo de construcción que le da identidad a la puesta.
La nota de Diagonales es tramposa. No empieza por el comienzo, sino antes, cuando existía un grupo humano que se preguntaba qué hacer, pero no una obra. Sería una buena forma de relatar la historia de la empresa teatral, pero no refleja la fuerza de la obra que nace en ese instante en el que la pregunta “somos un grupo de teatro, ¿qué vamos a hacer?” encuentra respuesta. Según la nota, la idea inicial de la obra sería “generar un material relacionado con lo que les estaba pasando [a lxs actores y actrices]”. Si alguna vez se preguntaron eso, es difícil de verlo en la obra, por lo menos en lo que a mí respecta. Intersticios pone en escena al Teatro, reflexiona sobre el mismo en escena desde la técnica teatral.
El subrayado de Diagonales.com que pone acento en “Lo que salió”, y recuerda al dicho popular “como cayó, quedó”, es la exacta definición del opuesto de la obra, que propone el constante cambio.
Hacia el final de la nota, la autora del artículo cita a la directora diciendo “me parece que la obra Intersticios como obra fundacional del grupo los cuenta a ellos y los cuenta en ese proceso de conformar el grupo, de buscar ideas, de conocerse y de preguntarse ¿qué nos pasa ahora?”. Quizás esa reflexión la lleva al título “Cuando la ficción se mete en la realidad”. No debemos por esto pensar que nos vamos a encontrar ante una puesta realista, o en la que lxs actores y actrices se representen a sí mismxs. La actriz Analía Carlé nunca es Analía Carlé, desde que sube a escena huye sistemáticamente hacia un posible opuesto identitario en el que se llama Carlos pero enseguida fuga hacia otro lado. En Intersticios todo es teatro, ningún objeto en escena puede ni podría mantenerse en la estaticidad de lo real como estaba, porque todo siempre deviene otra cosa.
Es mi deber advertir que los sentidos que le doy a la obra exceden en gran medida a los que aquí expongo. Al actuar el teatro se vuelve necesario el diálogo con la historia y las ideas de la humanidad occidental. Este cosmos de significaciones se trasluce desde problemas y motivos netamente teatrales, de la puesta en escena.
¿Puede un par de zapatos rojos tener más protagonismo en escena que un monólogo de Shakespeare? ¿Puede tener algo que ver un par de zapatos rojos con la lógica de producción capitalista? ¿Pueden estas preguntas (y este artículo) tener algo que ver con lo que pasa cada domingo de mayo cuando se representa Intersticios?
Espero que vayan al teatro y si alguien puede aclararme alguna de estas dudas, les agradecería el favor.
http://letercermonde.com/2012/05/13/espacios-culturales-puro-teatro/
Después de una jornada de estudio bastante Light, me fui para el teatro. Me sorprendió ver tanta gente esperando para entrar y pensé “lo que es tener un millón de amigos”. Si usted, lector/a, en este momento piensa que mi lengua es gratuitamente venenosa, tengo a mi favor haber estado influenciado por una nota publicada en Diagonales.com con la que me voy a dar el gusto de discernir.
Mi desconfianza hacia el proyecto se debía, en primera instancia, al nombre de la obra, Intersticios. Recontra copado, canchero, pero cómo dar cuenta de todo el paradigma de significación que puede disparar tamaño significante. La pregunta, incontestable para mí antes de experimentar la puesta del grupo Didascalia, ahora tiene respuesta: huyendo.
A través de la repetición de un texto, que siempre vuelve, generando así la sensación que nunca avanza, la obra hace una primera grieta en la lógica del tiempo teatral. El instante irrepetible en el que un actor o una actriz interpreta un texto en un espacio y momento dado, dinámica característica del género, se multiplica. Las escenas regresan, pero siempre distintas. Estos nuevos sentidos se construyen desde ese vericueto que cambia y transforma lo que ya habíamos escuchado. El intersticio en el que emerge lo nuevo es el punto de fuga, de huida constante. Esta huida es el modo de construcción que le da identidad a la puesta.
La nota de Diagonales es tramposa. No empieza por el comienzo, sino antes, cuando existía un grupo humano que se preguntaba qué hacer, pero no una obra. Sería una buena forma de relatar la historia de la empresa teatral, pero no refleja la fuerza de la obra que nace en ese instante en el que la pregunta “somos un grupo de teatro, ¿qué vamos a hacer?” encuentra respuesta. Según la nota, la idea inicial de la obra sería “generar un material relacionado con lo que les estaba pasando [a lxs actores y actrices]”. Si alguna vez se preguntaron eso, es difícil de verlo en la obra, por lo menos en lo que a mí respecta. Intersticios pone en escena al Teatro, reflexiona sobre el mismo en escena desde la técnica teatral.
El subrayado de Diagonales.com que pone acento en “Lo que salió”, y recuerda al dicho popular “como cayó, quedó”, es la exacta definición del opuesto de la obra, que propone el constante cambio.
Hacia el final de la nota, la autora del artículo cita a la directora diciendo “me parece que la obra Intersticios como obra fundacional del grupo los cuenta a ellos y los cuenta en ese proceso de conformar el grupo, de buscar ideas, de conocerse y de preguntarse ¿qué nos pasa ahora?”. Quizás esa reflexión la lleva al título “Cuando la ficción se mete en la realidad”. No debemos por esto pensar que nos vamos a encontrar ante una puesta realista, o en la que lxs actores y actrices se representen a sí mismxs. La actriz Analía Carlé nunca es Analía Carlé, desde que sube a escena huye sistemáticamente hacia un posible opuesto identitario en el que se llama Carlos pero enseguida fuga hacia otro lado. En Intersticios todo es teatro, ningún objeto en escena puede ni podría mantenerse en la estaticidad de lo real como estaba, porque todo siempre deviene otra cosa.
Es mi deber advertir que los sentidos que le doy a la obra exceden en gran medida a los que aquí expongo. Al actuar el teatro se vuelve necesario el diálogo con la historia y las ideas de la humanidad occidental. Este cosmos de significaciones se trasluce desde problemas y motivos netamente teatrales, de la puesta en escena.
¿Puede un par de zapatos rojos tener más protagonismo en escena que un monólogo de Shakespeare? ¿Puede tener algo que ver un par de zapatos rojos con la lógica de producción capitalista? ¿Pueden estas preguntas (y este artículo) tener algo que ver con lo que pasa cada domingo de mayo cuando se representa Intersticios?
Espero que vayan al teatro y si alguien puede aclararme alguna de estas dudas, les agradecería el favor.
http://letercermonde.com/2012/05/13/espacios-culturales-puro-teatro/
Suscribirse a:
Entradas (Atom)